La Filología en el estudio de la Literatura Medieval
 


 Francisco López Estrada 

 

 

cae el sol tras la espadaña del monasterio de Cañas (La Rioja), cuna de Sto. Domingo de Silos

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 lengua y literatura en la consideración de la obra medieval 

 

     En el comienzo de un libro referente a la literatura medieval hay que referirse a las cuestiones lingüísticas 1 (Punto de partida básico es la obra de H. SERÍS, Bibliografía de la lingüística española, Bogotá, 1964, donde se halla ordenada la gran cantidad de obras escritas sobre estas cuestiones,y entre ellas las referentes a la Edad Media.) por una razón. no por evidente menos importante en sus consecuencias: la obra literaria es siempre. por la condición de su esencia expresiva. un hecho lingüístico, una comunicación que se establece entre un autor o intérprete y un lector o público. Esta comunicación tiene en términos generales ciertas peculiaridades : es reiterable con un mismo contenido (o texto), y el lector o público es un receptor del mismo, pasivo hasta cierto punto. Por tanto, la conservación del texto es una cuestión básica para su conocimiento y crítica, y la receptividad del lector o público, el factor decisivo en su vigencia o mantenimiento de sus valores estéticos. 

     Por su condición lingüística la obra literaria puede estudiarse desde distintos puntos de vista: a) es fuente de documentación para los estudios lingüísticos, lo mismo que lo es cualquier testimonio escrito (del Derecho, Ciencias, etc.). b) ha de considerarse un resultado del uso de la lengua, en el que, lo mismo que en otros semejantes el autor ha elegido unos determinados medios de expresión de entre los que presenta la lengua que habla (y escribe). No cabe, pues, considerar como distintos lenguaje y creación literaria: si la elección de estos medios presenta un grado de complejidad diferente en la obra literaria que en el diálogo cotidiano, esto no afecta a la esencia de la comunicación. Esta consideración de principios es válida para cualquier literatura y época, y para la medieval, de una manera determinada, con sus propias cuestiones que resumiré brevemente.
      En primer lugar, la literatura de la Edad Media ha recibido un gran beneficio de los estudios que los filólogos realizaron sobre el lenguaje de esta época. La gran variedad de disciplinas que junta la Filología, muchas de ellas con una técnica de trabajo de especialización, contribuye a que el crítico disponga de estudios sobre datos concretos, de un gran valor en muchos casos. Así es indudable que la Gramática y el Vocabulario que acompañaron a la edición crítica del Poema del Cid, realizada por Menéndez Pidal, sirvieron para que esta obra se valorase sobre una firme base filológica. Los conceptos creados por la Filología y por la Lingüística que pueden hallar aplicación en el estudio y recta inteligencia de la obra literaria medieva1, 2.(Sobre el desarrollo de los conceptos básicos y métodos de los distintos autores. véase la exposición de conjunto de Y. MALKIEL, Filología española y Lingüística general, en las Actas del Primer Congreso Internacional  de Hispanistas, Oxford, 1964, págs. 1O7~126.) no han de entenderse como divergentes o pertenecientes a campos diversos del literario: pueden incluso identificarse con él, como ocurre con algunos aspectos de la teoría de Menéndez Pidal sobre los cambios lingüísticos y la poesía tradicional. Partiendo, pues, de que la obra literaria es un hecho entre los de comunicación lingüística, el crítico se adentra en la consideración de su especial calidad creadora. Esta  condición creadora tiene un complejo sentido: va desde el proceso de la invención hasta la realidad objetiva que es la poesía manifestada. Trance y logro se implican en el resultado. La creación es invención (resultado de una combinación imaginativa) y selección (por cuanto que el autor escoge los elementos lingüísticos más adecuados para su cometido significativo). Esto se verifica en una circunstancia personal (en tanto que el escritor vive en un tiempo, lugar y clase social determinados, y va recogiendo una experiencia de la vida), y sigue una orientación genérica (pues en el ambiente literario en que se desenvuelve el escritor existen unos cauces de creación dominantes que son altamente eficientes en la literatura medieval, si bien ha de ser el género, como luego se dirá, debidamente entendido en su función y limitado). Los análisis han de resolverse en síntesis constructiva, pues la intuición del crítico debe gobernar el doble proceso en una correlación diversa según la obra. En la formación de este entramado los datos lingüísticos ocupan un lugar preferente. El lenguaje es un medio idóneo para conocer los gustos, preferencias y disparidades del escritor, y a través de él, para entender el pueblo al que pertenece en la manifestación más cabal de la comunicación.
     Desde cualquier punto de vista que se considere, la lengua de la España medieval ha de ser conocida. en grado suficiente, por las que quieran estudiar la literatura de la época, pues el tiempo trascurrido hizo que quedase fuera de la comprensión directa e inmediata que es la propia del uso lingüístico común; hallándose dentro de la misma dimensión histórica del español, sin embargo, no participa de las condiciones de expresividad de la lengua moderna. Para llegar a la poesía hay que salvar esto que pudiera ser una dificultad. y la ayuda más eficaz es el conocimiento de los medios lingüísticos que pudo usar cada autor, y la significación que estos tuvieron para constituir la unidad de creación que es cada una de las obras.
     Ahora bien. la lengua literaria no es sino un aspecto del complejo conjunto del lenguaje medieval. La lingüística histórica agrupa esta abundante complejidad de datos distribuyéndolos en los dialectos iberorrománicos, cuyo estudio se establece siguiendo la evolución de los mismos en el tiempo y el espacio. Si imaginamos este conjunto en toda su variedad espacial a través del tiempo, tendremos una idea evolutiva del lenguaje, creada por abstracción y análisis de los datos conservados en los documentos. La realidad de la lengua fue, sin embargo, el habla de cada persona, es decir, el uso que hizo de los medios de comunicación para entenderse con sus semejantes. Cada obra literaria entonces se nos presenta como uno de estos hechos de comunicación, en el que confluyen los recursos elegidos por el autor de entre el conjunto de la lengua. aplicados en toda su intensidad con el fin de que los efectos de esta relación resulten creadores, esto es poéticos (independientemente de si se utiliza el verso o la prosa). Puede decirse que el testimonio resultante de la poesía es el más valioso de todos, porque en él hallamos el lenguaje en el más alto grado del poder comunicativo que le es inherente, aplicado así a la expresión de los más complejos y matizados contenidos de la vida del hombre. La lengua de la obra literaria pretende abarcarlo todo: relatos de cualquier especie, expresión de sentimientos, diálogos, las veras y las burlas, la risa y el llanto en palabras, voz a veces de la colectividad, o de una clase social, o de unos pocos, o de la más recatada intimidad. El oyente o el lector ha de percibir que en la comunicación establecida hay una intención de llegar a este límite, y esto se consigue casi siempre, al menos en la literatura medieval, identificando el cauce de la expresividad en alguno de los géneros reconocidos como literarios y admitiendo una reconocida maestría. La condición artificiosa de esta lengua (a la que me referiré después extensamente) no impide reconocer su intención vital. "Y la Lengua vive en la lengua de los poetas...", escribe Spitzer.
     La obra literaria, hecho de "habla" en el lenguaje, aparece ante la consideración del crítico, en la mayor parte de los casos, en trasmisión escrita, como testimonio textual, uno de los muchos que sirven para el estudio del lenguaje histórico. He aquí, pues, señalada su condición de texto, y entonces viene la aplicación de cuanto se conoce para estudiar las condiciones de esta trasmisión. El autor se propuso usar los recursos de la lengua con el fin de expresar aquello que pretendía que impresionase al lector u oyente. Conviene, pues, reconocer qué se propuso expresar y los medios empleados para lograr que el lector u oyente percibiese esta impresión (lingüística descriptiva) ; el texto que se conserva hay que encajarlo en el curso de una evolución histórica y encontrar sus relaciones con otros documentos lingüísticos en lo que afecta al tiempo (fechar el texto, calar a través de las copias superpuestas. etc..), y al espacio {lugar o región de donde pueda proceder) ya la condición social {obra culta, popular, cortesana, vulgar, etc.). La obra literaria, por tanto, queda integrada en el campo del lenguaje, en los diversos aspectos de su técnica de estudio; y uno de ellos, el de la Estilística, quiere establecer un sistema de penetración en la irreductible condición personal e intencionada de la obra literaria 3(Una excelente guía para conocer estos conceptos previos para el estudio de la obra literaria es el líbro de R. WELLEK y A. WARREN, Teoría literaria,[1948] Madrid, 1953; de "verdadera enciclopedia sobre este tema" lo califica D. Alonso en unos comentarios preliminares a esta edición española. La cita de L. Spitzer poco antes mencionada pertenece a su estudio "La interpretación lingüística de las obras literarias", en la colección de trabajos esti!ísticos Introducción a la Estilística Romance, Buenos Aires, 1942. página 148.)

aspectos de la lengua medieval  

     El castellano, el gran tronco del árbol literario español, posee un período en su evolución que se llama precisamente así: medieval. Este período del lenguaje español llamado medieval comprende desde las primeras manifestaciones escritas hasta mediados del siglo XVI ; o sea, que sobrepasa el límite estricto de la literatura medieval en cerca de medio siglo, y penetra, por tanto, en el Renacimiento, o comienzos de los Siglos de Oro. Conviene, pues, conocer el aspecto fonológico, fonético y gráfico de este lenguaje castellano, que en su forma medieval era diferente de la moderna, pues de su documentación segura depende que se establezca con firmeza el estudio de los otros aspectos: morfosintáctico, léxico, dialectal. etc., y,. en último  térnino, la misma penetración en la esencia poética de la obra. Y esto es importante porque la preparación y edición de un texto medieval es siempre un cometido delicado, en el que van implicadas muchas cuestiones.
     Después de la gran actividad literaria del reinado de Alfonso X (de 1252 a 1284) quedó establecida una escritura o sistema gráfico (representación de los sonidos con letras) que con ligeras modificaciones y variantes sirvió, aun a través de lo que se llama la crisis del castellano en el siglo XVI, hasta que la Real Academia Española aseguró las bases de la actual ortografía. No hay que creer que entonces se constituyera una orto-grafía según se entiende hoy, con normas fijas. En la Edad Media no hubo un criterio riguroso, y el establecimiento de la correspondencia entre signo y sonido representa un término medio en el uso de las letras, establecido sobre todo en relación con el más recto castellano. No es lícito, por tanto, corregir el texto de un manuscrito literario siguiendo un lenguaje medieval arquetípico, sino que hay que atenerse al estado que manifieste  el documento; y si se corrige algo, ha de ser de manera siempre justificada y apoyándolo con razones críticas internas o externas. Cuando se quiera leer y estudiar una obra de la Edad Media, una primera comprobación ha de consistir en asegurarse de que la edición escogida ofrece las garantías necesarias de rigor en el establecimiento del texto primero, y de pulcritud en la impresión después, con objeto de tener la certeza de que con los datos citados se pueden formular juicios,comentarios y apreciaciones de cualquier índole que sea, con una base firme.
     Los tratados generales sobre la lengua española (en particular los que se refieren más detenidamente al período medieval) son libros indicados como instrumentos de trabajo indispensables para comenzar el estudio de esta época. Un buen punto de partida es el conocimiento de los orígenes de la lengua escrita, pues la vacilación propia de los comienzos se prolonga hasta cierto punto en los siglos siguientes, y ayuda a formarse una idea de lo que fue el mantenimiento de una relativa libertad dentro de la unidad que representó la grafía alfonsí.  La información de la lingüística histórica es siempre conveniente, y más si se establece de manera conjunta a través de períodos. La literatura medieval necesita siempre de esta iniciación en los asuntos lingüísticos para que las cuestiones de orden gramatical que puedan presentar los textos se interpreten en forma adecuada. También el crítico ha de contar con una cuidadosa descripción gramatical del texto, que le ha de valer en los análisis conducentes al establecimiento de la estructura expresiva de la obra poética, en el reconocimiento e identificación de los elementos retóricos que le dan una trama de determinada intención literaria, y para elegir los datos concretos sobre los que fundamentar la interpretación estilística 4.(Un buen manual de información sobre el proceso de la lengua, articulado con el desarrollo de la literatura, es la obra de R. LAPESA, Historia de la lengua española, 5.ª  ed., Madrid, 1962; W. I. ENTWISTLE, The Spanish Language, 2.ª  ed.. Londres, 1948. El mecanismo de la evolución desde un punto de vista fonético se analiza en el libro de R. MENÉNDEZ PIDAL, Manual de Gramática histórica española, 12.ª  ed., Madrid, 1966, que se completa con la aún útil Gramática Histórica de F. HANSSEN [1913], Buenos Aires, 1945. Para el estudio del período crítico anterior a la fijación del castellano alfonsí es fundamental: R. MENÉNDEZ PIDAL, orígenes del español, 3.ª  edición, Madrid, 1950. Para la grafía y la pronunciación del castellano medieval, puede verse: R. I. CUERVO, Disquisiciones sobre antigua ortografia y  pronunciación castellana, .'Revue Hispanique", II, 1895, págs. 1-60; V, 1898, págs. 273-307; y en Obras..., Bogotá, 1954, II. H. GAVEL, Essai sur l'évolution de la prononciation du castillan depuis le XIV" siecle, Paris, 1920. La transición entre el español medieval y el moderno se estudia detenidamente en la obra de A. ALONSO, De la pronunciación medieval a la moderna en español, Madrid, 1955 (II, en curso de publicación; libro que ultimó y preparó para la imprenta R. Lapesa). Desde un punto de vista estructural, el asunto se plantea en la obra de E. ALARCOS LLORACH, Fonologia española, 3.ª  ed., Madrid, 1961, y Gramática estructural, Madrid, 1951. Como un ejemplo de la aplicación de las modalidades del examen estructural a la literatura puede verse: L. H. ALLEN, A Structural Analysis of the epic Style of the Cid, publicado en Structural Studies on Spanish Theme, Salamanca, 1959. págs. 341-414. La guía de información más completa sobre los asuntos relativos a la lengua española es la obra de H. SERÍS. Bibliografía de la Lingüística Española, citada en la nota I: sobre la historia del español desde sus orígenes, págs. 228-239.)
     Uno de los aspectos que puede presentar dificultad en la lectura de una obra medieval es el léxico. Si bien en las ediciones comentadas esto se salva en las notas aclaratorias, citaré algunas obras que pueden orientar al lector: El Diccionario de la Real Academia. Española contiene las palabras medievales bajo la indicación de anticuadas. El número recogido no es muy grande y sujeto a revisión. El Diccionario Histórico de la Lengua Española, que sería el específico para estas cuestiones, está en curso de edición 5 (Real Academia Española, Diccionario Histórico de la Lengua Española, Madrid, 1960... (en 1965 alcanza la palabra aducción). Como las palabras difícilea de los textos medievales implican problemas de interpretación en los que cuenta la etimología, puede resultar útil la consulta del Diccionario Etimológico de J. Corominas 6.( J. COROMINAS , Diccionario Crítico Etimol6gico de la Lengua Castellana, 4 vols., Madrid, 1954 [terminado en 1957] (en las págs. XXXIII-LIX, referencia de los textos medievales que han sido utilizados). Hay una edición reducida del mismo autor que puede ser conveniente para la consulta del estudiante: Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Madrid, 1961 (véase en la pág. II la relación de obras medievales usadas para la fechación). Los Diccionarios medievales que existen hoy son sólo tentativa" 7( Véase H. SERÏS, Bibliografía de la Lingüística Española, obra citada, "Vocabularios generales de voces medievales", págs. 425-427), y los glosarios de obras literarias, de muy desigual valor 8(Véase su relación, junto a las otras obras medievales de otro carácter, en H. SERÍS, idem. ."Glosarios correspondientes a la Edad Media", páginas 464-468.)
     La dialectología es otro orden de estudios lingüísticos que tiene gran importancia. Aun cuando el contenido del presente libro se centra en la literatura castellana, hay que considerar también la aragonesa y la leonesa en directa relación con ella (y aun las relaciones con la catalana y gallego-portuguesa). En el Caso del grupo formado por el castellano con el leonés y aragonés, ocurre que casi nunca se encuentran textos con formas dialectales "perfectas" en su caracterización; la obra literaria, y más la de acentuado carácter poético, está escrita en un habla impresionante (pues aún los usos retóricos más comúnmente admitidos pueden serlo por lo que el autor les ha confiado), con un gran poder de insinuación sobre el lector u oyente, y por tanto sobrepasa los esquemas de la lingüística, constituidos por abstracción de los rasgos más peculiares, reunidos en recuentos establecidos sobre la frecuencia de los usos testimoniados. No hay, pues, que forzar tampoco su caracterización dialectal. aunque puede señalarse el predominio de determinados esquemas básicos, y sea de gran conveniencia penetrar a través de ellos en el conocimiento de las diversas manos que fueron copiando el texto, y a  veces recreándolo. Esta transformación puede variar el carácter de la obra de un manuscrito a otro, desde matices levísimos de orden fonético hasta sustituciones y añadidos que pueden cambiar su sentido poético. De esta manera la obra literaria medieval se ha de concebir en esta activa fluencia. y contar con que los textos conservados son unos poquísimos testimonios de su documentación. que nunca se logrará completa. La obra literaria participa así del carácter mismo de la lengua. tal como aparece en la consideración histórica y geográfica,. aun contando con que cada pieza conservada sea única en su propia entidad. Un buen ejemplo de la colaboración entre lingüística y literatura lo ofrece el establecimiento, interpretación e inteligencia de los cantos andalusíes o cancioncillas mozárabes 9.(Se hallará amplia información y la bibliografía correspondiente en A. ZAMORA VlCENTE, Dialectología española, Madrid. 1960. Sobre los dialectos colindantes con el castellano puede verse el libro de M. ALVAR, El dialecto aragonés, Madrid, 1953, con mención de los textos literarios conservados en él mismo; y los artículos de R. MENÉNDEZ PIDAL sobre El dia1ecto leonés, en la "Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos", X, 1906, págs. 128-172 y 294-311, reeditados en Oviedo (con prólogo, notas y apéndices de C. BOBES), 1962. Una exposición informativa sobre la lengua mozárabe se hallará en M. SANCHÍS GUARNER, El mozárabe peninsular, publicado en la Enciclope dia Lingüística Hispánica, I, Madrid, 1960, págs. 293-342.)

autoría y anonimia en el estudio de la literatura medieval 

     Todo cuanto se ha dicho sobre las características lingüísticas de la literatura medieval. obliga a revisar cuidadosamente la postura general del crítico moderno con respecto a la obra del escritor. No hay duda alguna de la función del escritor con respecto a la obra, que se estima de orden creador, con todas las consecuencias que esto implica: intangibilidad del texto, que es el fundamento único del comentario  crítico y la base de la valoración estilística y estética. En el caso de la obra medieval, aun cuando se conozca con seguridad al autor, siempre resulta difícil de verificar si el texto responde por completo a la creación ; suele haber variantes entre los manuscritos, cuya cronología es aventurada, con retoques que pueden ser o no del autor; después existen las modificaciones dialectales ya indicadas, que complican mucho la cuestión por la imposibilidad de referirse a una lengua general literaria, etc. La autoría se encuentra, por tanto, en cierto modo condicionada por factores imprevisibles ; y la exploración crítica cuenta con esto, aun procurando que no le impida el juicio sobre la condición única y personal, esto es, creadora. de la obra literaria. El crítico. pues, se ha de mostrar muy perspicaz buscando desenredar los elementos adheridos a la creación; pero, por otra parte, ha de contar también con ellos. y cuando los encuentra en un manuscrito, los ha de considerar integrando la obra misma. puesto que sabemos con certeza que allí los leyeron los que quisieron conocer aquella obra. Pero la dificultad crece aún más si la obra no tiene autor conocido; y obliga a adoptar un criterio diferente si la obra es anónima por voluntad de creación. En este punto alcanzamos la concepción de la poesía tradicional, existente dentro de una comunidad como patrimonio de todos y conservada no en documento, sino en la memoria del pueblo que la tiene como suya.
     La existencia de la poesía tradicional se ha visto afirmada desde el punto de vista metodológico, con más motivo aún en el caso de la literatura primitiva. Menéndez Pidal 10 (R. MENENDEZ PIDAL, La primitiva  lírica europea, "Revista de Filologfa Española", XLIII. 1960. pág. 311.) traza con este motivo el cuadro de condiciones de esta poesía diciendo que: a) la obra es siempre creación de un autor,. pues no hay otra forma de llegar a la realidad poética. pero este autor es anónimo por su voluntad y porque la naturaleza de la obra. lo pide así; ningún efecto tiene conocer el nombre del autor, y por otra parte este deja la  obra para el gusto de todos los que constituyen la comunidad; y aun cuando en un principio se pudo saber quién fue el autor, después el público ha mantenido la obra como algo propio, con olvido del nombre de su creador. Para esto es necesario que la comunidad posea un sentido literario en el que apatece un sistema colectivo de perduración de la literatura, cuyas características se señalan en seguida; b) la trasmisión es oral ; c) así el "texto" resulta fluido, vive de variantes; d) es obra de arte colectivo; e) pero un autor puede escribir siguiendo el gusto de la colectividad que tiene por suya y presente una tradición popular nacional; f) la moda desvía poco esta tradición, y en forma distinta a como lo hace con la obra literaria escrita. La concepción de una poesía tradicional es básica para el estudio de la lírica primitiva; se plantea también en relación con las manifestaciones de la épica, y el concepto tiene allí otro orden de precisiones, frente a piezas poéticas no breves, como las líricas. sino de gran entidad; y, finalmente, resulta sustancial para la perduración del Romancero. La oposición entre autoría y anonimia no ha de estimarse como radical, considerada desde el punto de vista de la. creación. El poeta se halla siempre en el punto de partida, y el que no se conozca el nombre del autor no supone admitir, sin más averiguaciones, el vago concepto de una. poesía "brotada del alma de todo un pueblo", tan propio de los románticos. Ha de existir siempre un autor, alguien con poder de creación que, dentro de un gusto literario colectivo, en un ambiente predeterminado por múltiples circunstancias dé cuerpo de expresión poética a la obra. No importa que luego vengan otros que reformen. pulan, enriquezcan el poema, lo adapten a otros gustos. No se trata. en estos casos sólo de la aparición de las variantes que son propias de una trasmisión oral, sino de algo más : participaciones creadoras, aparecidas en la difusión de la obra, que se hacen entendiendo que el poema es de todos. Este poeta (pues así se llamó al creador) no declara su nombre por saber que eso poco hace al caso. y esta misma anonimia es conciencia de creación, que todos entienden y cuya condición poética aprecian en razón de  una maestría que reconocen en la obra, si esta se encuentra lograda. El poema entonces supone un doble movimiento creador: del autor, a la comunidad, y de esta a aquel. Y ambos, autor y comunidad, se sienten identificados en un grado mucho más próximo que en el caso de la obra escrita por un autor que se atiene a un orden de valores personales. Se trata, pues, de diferentes especies de esta relación que ocurre en todos los casos (pues sin ella no existe obra literaria), y que en la situación de los tiempos actuales sólo puede apreciarse en algunos aspectos de la lírica, y cuyo estudio se confía a los límites entre el folklore y la ciencia literaria. En la Edad Media Menéndez Pidal extiende estas diferencias hasta constituir dos maneras de concebir la obra, que en forma elemental y despojada de matices radica en lo que llama voluntades de autor y de anonimia. Pensando sobre todo en el caso de la poesía épica, el más difícil de ajustar a esta separación, escribe lo si guiente, que puede entenderse de manera general: "El arte individualista, el de la canción cortés, por ejemplo, es obra de un poeta que con voluntad de autor, quiere situarse aparte de sus predecesores, de sus contemporáneos y de sus sucesores, siente el orgullo de su nombre, y exige al juglar fidelidad en la repetición; mientras que el arte tradicional es obra de un primer poeta popular y de sucesivos refundidores que, con voluntad  de anonimia, quieren hacer obra para todos y de todos, trabajan sin la menor pretensión personal de renombre, por generosa devoción a la obra que despierta interés en la colectividad, y trabajan en inextricable colaboración con el juglar que repite libremente y en absorbente intimidad con los gustos de su público" 11 (R. MENDEZ PIDAL, La "Chanson de Roland" )' el neotradicionalismo (Orígenes de la épica romántica), Madrid, 1959, pág. 55.). 
     Este carácter tan especial de parte. de la obra medieval ha constituido una dificultad para su correcta inteligencia. El lector actual (y con más razón, el crítico) ha de contar con estas condiciones peculiares, que obligan a un enfrentamiento con la obra diferente del que se tiene con la de los tiempos posteriores. en que la función del autor asegura un texto único, con todas las consecuencias. Y esto es a su vez independiente del problema que plantea el conocimiento intrínseco de los textos que se nos conservan de la literatura medieval. bien procedan del criterio de autoría o del de anonimia, o de los matices relativos de transición entre uno y otro, que en muchos casos, son los que realmente se hallan en el caso de las obras conocidas.

 

 

CAPÍTULO II
LA FILOLOGIA EN EL ESTUDIO DE LA LITERATURA MEDIEVAL
introducción a la literatura medieval española
Francisco López Estrada

biblioteca románica hispánica 
Editorial Gredos
Madrid 1974
3ª.ed. renovada, págs 28-40
 

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