CAPÍTULO V.-  Período romano.- Toma de Contrebia por Quinto Fulvio Flaco.- Insurreccion y segunda reduccion por Quinto Metelo Macedonio.- Sertorio y los cántabros.

 

 

V.

 

       Nada sabemos positivamente respecto á los hechos acaecidos en esta parte de la Península española, hasta que brillaron en sus campos las armas de Roma. Por mas que algun historiador pretenda que allí fué donde murió Amilcar Barca, tratando de sojuzgar el país; por mas que en la serranía de Cuenca, punto en que generalmente se fija el teatro de estos sucesos, no existan aquellos numerosos rios donde pereció la gente del capitan cartaginés, y por mas que estos y otros detalles topográficos den la probabilidad á la Rioja, no seremos nosotros quien lo crea de una manera indudable. Los hechos dignos de crédito comienzan en la época en que los romanos se estendian ya por casi todo el ámbito de España, en que nuestra nacion se hallaba ya dividida en preturas y convertida mas bien en colonia que en una nacion aliada. En aquellos tiempos, esto es, dos siglos antes de Jesucristo, la alianza, ó mejor dicho, el protectorado de la gran república equivalia á la posesion de las ciudades y fortalezas, al subsidio de soldados para el ejército de Roma, y en muchas partes á la satisfaccion de tributos. Los pueblos, aunque faltos de un centro y direccion comun, poco fecundos en hombres de las vastas miras de Viriato, y divididos finalmente por mútuas reyertas que hacian imposible toda alianza sólida y duradera entre ellos, se reducian á una defensa aislada, y cuando mas á pedir ó prestar auxilio á sus vecinos inmediatos en la hora suprema del peligro. Cuando este desaparecia, ya fuese porque se alejaba el ejército enemigo ó porque el triunfo de este se revistiera de un carácter amistoso, todo volvia á su primitiva situacion, y era necesario esperar á que algun suceso estraordinario conmoviese los ánimos para que se pactasen nuevas alianzas. Los pueblos protestaban, sin em- bargo, contra aquella dominacion estranjera, y fueron necesarios dos siglos de perpétua guerra y de un trabajo de asimilacion tan eficaz como el que Roma empleaba, para que cesara de correr la sangre. Desde Graco hasta César, los mejores capitanes del pueblo del Lacio tuvieron que venir á probarse en esta tierra, y sus legiones se vieron mas de una vez obligadas á emprender la fuga delante de nuestra Contrebia y los celtíberos.
     Por los tiempos en que comienzan á encontrarse memorias históricas, haIlábase dividida España en Tarraconense y Béticá, comprendiéndose en aquella toda la parte Norte, el Centro y Este de la Península, y era
su pretor Quinto Fulvio Flaco. Los celtíberos habian sido anteriormente sojuzgados, pero llegado el año 182 antes de Cristo, apelaron á las armas, y noticiosos de que Fulvio se hallaba en la Carpetania, marcharon en su busca con cerca de 30,000 hombres. El pretor fijó su campo en Ebora, y habiéndose trabado la batalla cerca de Toledo, quedaron victoriosos los romanos.
  Pocos dias despues asomaron los celtíberos enviándole una diputacion pidiéndole irónicamente tantos vestidos, caballos y espadas como muertos hubo en la accion. Encolerizado FuIvio marchó sobre Contrebia, donde sabia que se retiraron los que se habian salvado de la última batalla. Esta marcha intempestiva desbarató los intentos de los celtíberos, y los habitantes de Contrebia, no esperando ver á sus enemigos á las puertas de su ciudad, cortos en número para resistir tan grande ejército, faltos de toda esperanza de auxilio por parte de sus aliados, á quienes grandes lluvias é inundaciones les impedian llegar en su socorro, solo opusieron un conato de resistencia. «Tenemos víveres para diez años,» enviaron á decir al pretor para disimular su falta de provisiones. «Pues bien, yo os tomaré al undécimo, » contestó Fulvio, y vista tanta decision y energía, abrieron las puertas al enemigo. Allí supo Fulvio que la atrevida amenaza que le habian hecho hubiera podido serle muy aciaga si no hubiesen acudido en su ayuda lluvias tenaces y terribles inundaciones.
     Efectivamente, la noticia de la derrota de los celtíberos habia sido bastante para que se levantase entre ellos un nuevo y numeroso ejército; el punto: de reunion y de donde debia partir era Contrebia, pero la rápida marcha de Fulvio y sus romanos, y mas aun, las lluvias é inundaciones antes referidas, hicieron que cuando los celtíberos dieron vista á la ciudad estuviese dentro de ella FuIvio.
    El pretor todo azorado discurria  la manera de salir de aquel trance, mientras los celtíberos, ignorantes de la ocupacion de Contrebia por los romanos, acercaban su vanguardia, fuerte de 15,000 hombres, sobre la ciudad. Fulvio discurrió al fin un ardid; ocultó sus tropas en la ciudad, y cuando los celtíberos entraron libres de todo recelo, salieron de las casas los romanos, y cayendo repentinamente sobre los celtíberos, los pasaron á cuchillo: solo se salvaron algunos que fueron á poner el suceso en conocimiento del grueso del ejército.
    
    Este contratiempo desanimó completamente á los insurrectos, que al parecer abandonaron la campaña. Varia ó Comple- ga quedó desierta apenas FuIvio Flaco se movió desde Contrebia y la puso cerco. Aquella posesion fué, sin embargo, solo pasajera, pues al año siguiente ya vemos á Complega ó Varia en poder de los celtíberos. Fulvio, desesperado de emplear tántos esfuerzos inútiles para dominar el país, pidió y obtuvo su relevo, sucediéndole en el mando Tiberio Sempronio Graco.
    Este valeroso y prudente capitan trató de fortalecer la dominacion romana mas por la humanidad y generosidad que por el rigor de las armas, y en efecto, ningun general se internó tanto hácia el Norte, ni entabló relaciones amistosas con mayor número de pueblos. Gráco escogió por centro de sus operaciones á una corta poblacion llamada Illurcis, cerca de Numancia, y que parece corresponder á la actual Erce ó Grávalos, y procuró fortalecerla y atrincherarla, demostrándole tanto cariño que le dió el sobrenombre de Grachuris. La insurreccion habia tomado nuevo cuerpo; Complega, que no cabe duda ser la Varia ó Variobriga por cuanto dice de ella Tito Livio al relatar estos sucesos
que era «una ciudad edificada poco há, pero muy fuerte en muros y acrecentada con increible celeridad, á la cual habian acudido muchos españoles que faltos de un buen campo se veian obligados á andar de acá para allá,» Complega, decimos, se hallaba completamente libre de la dominacion romana. Los celtíberos tenian sitiada á Caravi, única ciudad que se conservaba adicta á Roma y cuyo nombre no se sabe, aunque pudiera suponerse que era Contrebia, por la semejanza que hay en la diccion, por no sonar aquel nombre en la historia mas que en esta ocasion, por hallarse Complega ó Varia en el tránsito de Ilerce á Llea y por ser de tanta importancia que los romanos debian hacer todo lo posible por conservarla. Si se recuerda, como hemos dicho mas arriba, que los celtíberos retirados el año anterior de Contrebia con ánimo de rehacerse, abandonando para ello á Varia, y que debian tener un principal empeño en recobrarla por ser considerada como capital de aquella gente, no se estrañará que creamos sea esta la poblacion sitiada por 20,000 celtíberos al fijar  Graco sus reales en IlIurcis. Oigamos á Appiano Alejandrino referir estos sucesos:
    «Empeñado Graco en socorrer la plaza que se hallaba bastante apretada de los enemigós, despachó á Comicio, capitan de caballería, el cual disfrazado con un saco español y mezclado entre los celtíberos forrageadores, se acercó felizmente á las puertas de la ciudad y la dió aviso del próximo arribo del pretor. Esta esperanza alentó á los desmayados ciudadanos, los cuales cobrando nuevo brío, se apercibieron á una constante defensa tolerando los desastres de un sitio formidable. Al cabo de tres dias se dejaron ver las insignias del ejército romano que deshizo á los celtíberos y restituyó la libertad y la alegría á sus amigos y aliados. En aquella ocasion, al pasar Graco por los confines de Complega, le salieron al encuentro sus habitantes en número de 20,000 y llevando ramos de oliva en la mano como dándole á entender que eran amigos; pero cuando estaban sobre el ejército romano arrojaron de improviso los símbolos de la paz, desnudaron las espadas, y yibrando las lanzas los acometieron con vehemencia y furor. Sorprendidos los romanos y poseidos de terror se desordenaron en la mayor confusion. Sempronio cargado así del enemigo, recurrió á un ardid: mandó tocar retirada, la cual ejecutaron sus tropas con toda apariencia de una verdadera fuga, dejó de propósito su campamento lleno de vituallas para que el enemigo se aprovechase de ellas comiendo y bebiendo á su placer, y cuando los celtíberos estaban hartos, ocupados en recoger los despojos y sin pensar en el enemigo, Graco los cargó con todas sus tropas. Los españoles atentos al pillage no tuvieron tiempo de formarse ni pudieron resistir, y derrotados completamente, se apoderaron los romanos de la misma Complega y de todos los pueblos de los alrededores.»
    Fácilmente se deduce del relato anterior que esos celtíberos, manifiestamente espresados por Appiano, se valieron de la estratagema referida para atacar á Sempronio Graco á su paso  por Complega, y que en efecto lo derrotaron, á pesar de que Appiano dice no haber sido esto mas que una estratagema; pero repuestos los romanos recabaron el triunfo cayendo en su poder Complega ó Varia, y desapareciendo por completo los. 20,000 celtíberos que en tanto aprieto tenian á la llamada Caravia. A no interpretarse así el pasaje precedente, no es posible comprenderlo.
    Graco, uniendo lo militar á lo político, perdonó á los insurrectos, dió campo que cultivar á los necesitados, les hizo reunirse en pueblos, y dió á estos buenas  leyes para que viviesen en constante amistad con la república romana, todo bajo juramento.
    Formó asimismo una resolucion decidida de apoderarse por todos los medios políticos y militares de todo  el país de los celtíberos, pelendones y arevacos, y consiguió su objeto; pero no habiéndose observado religiosamente por Roma los tratos amistosos que hizo, sobrevino pocos años despues, esto es, en el 153 antes de Cristo, la gran guerra, numantina, ó como dice muy bien Polibio, la gran guerra celtíbera, en que hizo un principal papel la gente cantábrica, especialmente los habitantes de la antigua  Segeda ó actual Canales de la Sierra .
    Acerca de su orígen, dice el citado Appiano Alejandrino en su libro XLIV: «Segeda, cuyos naturales ó pobladores pertenecian á la gente celtíbera, por otro nombre los velos, era una ciudad grande y poderosa que llamaba á sí á los habitantes de los otros pueblos mas pequeños de los alrededores, y ensanchó sus antiguas murallas hasta un círculo de cinco millas. Previendo cualquiera evento se puso de acuerdo con los tricios, sus confinantes, que descendian como los velos de la primitiva nacion celtíbera, y sabedor el Senado romano de estas cosas, les mandó no levantar mas muros ni ampliar los existentes, disponiendo que conforme al tratado concluido entre Sempronio Graco y los tricios y velos en 180 antes de Cristo, pagasen á Roma el tributo que en ellos se estipulaba y que habian dejado de dar hacia algun tiempo, ingresando tambien en el ejército romano el contingente á que les decian estaban obligados.
    »Los segedanos respondieron que en los artículos de la paz con Graco se habia prohibido ciertamente á la gente celtíbera, de que hacian parte, edificar nuevas ciudades amuralladas, pero no restablecer las fortificaciones de las antiguas y estender sus muros: que en lo tocante á los tributos y á las milicias, los dos artículos en que se establecian habian sido suprimidos por un tratado posterior con Roma, y no conformándose el Senado con esto, á pesar de que era exacto, estalló la guerra.»
    Aliáronse todos los pueblos que componian la  Celtiberia, entrando en la liga los habitantes de Calagurris, de Tricio y  Segisamo. Alarmóse Roma, pues los lusitanos se habian sublevado tambien: vino el cónsul Fulvio con cerca de 30,000 hombres, y saliéndoles los aliados al encuentro con igual número, lo hubieran derrotado completamente á no haberse aprovechado el general romano del desórden con que le seguian los celtíberos, y revolviendo sobre ellos dejó indecisa la victoria. La batalla tuvo lugar cerca de Numancia, y como se comprende, la guerra continuó por largo espacio. Tres años despues, cuando esta ardia mas fuertemente, esto es, en 151 antes de Jesucristo, los cántabros vinieron en ausilio ,de Pallancia (Palenia) que estaba sitiada por Lúculo, obligándole á levantar el cerco y persiguiendo su retaguardia hasta el Duero.
    No sabemos lo que pasó en los diez años siguientes; pero el 141 antes de Jesucristo volvió Contrebia á recobrar su libertad, y habiendo sido enviado á recobrarla Quinto Metelo llamado el Macedonio, fué tanto lo que le costó el tomarla, que de ninguna otra ciudad se refieren las circunstancias y ejemplos de Contrebia.
    En dos ocasiones y con distinto propósito habla Valerio Máximo de las ocurrencias de este asedio: la primera para citar en Quinto Metelo un ejemplo de la mas severa disciplina militar; la segunda para demostrar lo que valen á las veces las estratagemas militares. Metelo se vió muy apurado para reducir la plaza. Cinco cohortes que conservaban una fuerte posicion avanzada, fueron arrojadas de ella á viva fúerza por los sitiados. La derrota fué tan grande que Metelo, para que su gente no se desanimara, mandó á las cinco cohortes, sin dejarlas descansar, que inmediatamente volviesen á recobrar la posicion, dando órden á lo demás del ejército para que si alguna  de ellas viniese en retirada á acogerse al campamento se le disparase como si fuese enemiga. Aquellos soldados se hicieron superiores no solo á lo escabroso del lugar sino á la muchedumbre del enemigo, y recobraron la posicion perdida; pero esto no bastaba, Metelo veia pasar los dias sin que los sitiados dejasen de rechazar todos sus asaltos, y tuvo que recurrir á una estratagema para apoderarse por sorpresa de aquella inespugnable ciudad, cabeza de la gente celtibera como dice testualmente Valerio Máximo.
    Emprendió el general romano marchas y contramarchas: tomaba una montaña y de repente la dejaba; pasaba de un lugar á otro como sin designio, y de esta manera hizo perder el tino á sus soldados y á los pueblos. Preguntado por un grande amigo suyo qué objeto se proponia con tales y tan desconcertados movimientos, le contestó: «Si, no digo tú, sino aun la camisa mia supiera mi secreto, al momento la quemara.»
    Razon tenia el apellidado macedonio; los de Contrebia llegaron á creer que nada tenian que temer de un enemigo tan desconcertado  y que solo parecia entretenerse en esperar la paz, y llenos de confianza, descuidaron la defensa. Cuando Metelo supo que se hallaban en esta persuasion, se arrojó de repente sobre ellos, y cogiéndolos desprevenidos, se apoderó de la ciudad. A no haberse valido Metelo de este engaño, es bien seguro que él y sus soldados hubieran envejecido delante de Contrebia antes de tomarla; así lo dice testualmente el escritor que nos suministra estas noticias.
     Lo mismo fué apoderarse Metelo de Cantabria, puso cerco á Variobriga ó Versobriga (ó sea Varia), segun lo escribe Lucio Floro en el capítulo XVII de su libro II, y si gloria adquirió en el triunfo anterior, mayor la adquirió aun, no solo al conquistar, sino al otorgar un perdon completo y generoso á Variobriga.
     Quien examine comparativamente la posicion del hoy dia barrio de Varea con el sitio que ocupaba la antigua Varia ó Variobriga, verá que aquella primitiva poblacion solo era espugnable por el lado que mira al Mediodía, y esto por una pequeña parte, pues estaba circundada por el rio Iregruya ó Iregua, por el Ebro y por Valsalado. Así la posicion de Variobriga, aunque fundada en una llanura, era fortísima, y en su consecuencia, Metelo tuvo que apelar á todos los recursos del arte de la guerra. Hízose traer una máquina con la cual esperaba derribar la parte de la muralla que solo podia derribarse, segun la espresion de Valerio Máximo; pero los sitiados no se arredraron por esto, lejos de ello, colocaron en la parte de la muralla que habia de ser batida, á los hijos de uno de sus habitantes principales llamado Retógenes, que se habia pasado á Metelo para que les despedazase el ariete, y aunque Retógenes rogó que no por eso se dejase de espugnar la poblacion, Metelo no quiso proseguir y levantó el cerco. Este rasgo de humanidad en que están conformes muchos historiadores, ablandó á los de Verobriga, y al fin entraron en paces con el general romano, imitándoles otras muchas poblaciones.
    Sin embargo, al estallar la segunda y última guerra de Numancia, nuestros cantabrienses aparecen tomando en ella una parte eficaz. Su concurso fué bastante para que Cayo Hostilio Mancino levantase el sitio en 137 antes de Jesucristo, retirándose de noche con tal miedo, que perseguido y cercado por los antes sitiados, se vió obligado á pactar que Numancia seria siempre libre é independiente, y á entregarle todo el bagaje, máquinas de guerra, alhajas y objetos preciosos que poseia.
    Roma dió aquel tratado por inválido alegando que habia sido impuesto por el miedo, y cayendo con todo su poder sobre la inmortal ciudad española, derribó aquel baluarte de su independencia. Todo quedó por las armas de la república, y fué necesario que sesenta años despues conjurase un hombre de génio contra Roma á todos los pueblos de España para nuevamente encender la guerra.
     Hallábase despedazada la capital del mundo por las rivalidades de Sila y Mario; aquel se habia apoderado del mando, y un generoso amigo del segundo, hombre de ánimo esforzado, de espíritu sombrío y corazon impresionable, el gran Sertorio, en fin, concibió el proyecto de contrabalancear aquel poder con auxilio de los españoles. Desde el Pirineo hasta las islas Afortunadas, desde Astúrias hasta las Baleares, todo lo recorrió el enemigo de Sila, en todas partes halló gentes dispuestas á levantarse en su ayuda. Pero Sertorio no aspiraba á segregar á España de la Roma universal; su intento era reunir aquí un ejercito fuertísimo, y emulando á Aníbal, pasar á Italia y arrojar del Capitolio á  los amigos del tirano. Los esfuerzos  que hizo para dar unidad á España y las instituciones que fundó en nuestro país, le hacen acreedor á un gran concepto como político.
     Si en alguna parte halló Sertorio una oposicion tenaz, fué en la provincia de Logroño. Contrebia y Vareja, dominadas por los romanos, tuvieron que ser tomadas á viva fuerza, y con haber sido aquel valeroso capitan uno de los mejores que han tenido los siglos, le costó el triunfo cuarenta y cuatro dias de asedio y pérdidas considerables.
     Aun se encuentran en las inmediaciones de Cantábria vestigios que parecen ser de las minas ó carcabas que hizo Sertorio para apoderarse de la ciudad. Hállanse en el viejo camino de Viana, ó sea antigua carretera de los peregrinos, alrededor de un torreon que era la parte mas avanzada  de Cantábria hácia la vertiente occidental del cerro y ganado el cual por las tropas de Sertorio se entregaron los cantabrienses.
     Cuando estos se vieron atormentados por el peor de todos los males que trae consigo el asedio de una ciudad, por el hambre, verificaron, segun refiere Tito Livio, además de otros muchos esfuerzos, uno desesperado para arrojar de las obras avanzadas á los sitiadores. Fué el de incendiar en particular una torre de madera que por su altura superaba parte de los muros de Contrebia, sobre la cual, arrojando algunas materias combustibles la incendiaron, viniéndose al fin á tierra con grande estrépito; pero en la noche siguiente, bajo el ojo vigilante de Sertorio, este construyó otra nueva, la cual al salir el sol causó grande admiracion á los contebrienses. Al mismo tiempo, un torreon avanzado de la ciudad que servia á los sitiadores de gran defensa, se abrió por muchas partes á causa de que los soldados de Sertorio practicaron en su alrededor diversas minas y escavaciones, principalmente una debajo del mismo en cuyo estado le prendieron fuego. Así, viéndose los contebrienses amenazados á un mismo tiempo del fuego y la ruina de su baluarte principal y considerando que el peligro era inminente, diputaron algunos ciudadanos á Sertorio, el cual los recibió y oyó benignamente, y no abusando de la victoria, se contentó con que los vecinos depusiesen las armas, pagasen una pequeña suma y entregasen algunos rehenes.
    La estacion avanzaba cuando se verificó la rendicion de la plaza, por cuyo motivo, dejándola á cargo de Lucio Insteyo con la conveniente guarnicion, se marchó á invernar á Castra Elia.
    Faltábale tomar á Varia, hermana de Cantábria en glorias y peligros, y en la que concurria además la circunstancia de haberle molestado fuertemente durante el sitio anterior. Así que Ilegó la primavera del siguiénte año (78 antes de Cristo) movió su campo de Castra Elia y desde Calagurris envió á Marco Mario, su cuestor, al país de los arevacos y pelendones á hacer levas de soldados y mantenimientos de todas clases con órden espresa, dice testualmente Tito Livio, lib. XCI, de conducir unos y otros á Contrebia por otro nombre mas antiguo Lecuada, cerca de cuya ciudad estaba el tránsito comodísimo de los verones, el cual le era muy útil para poder trasladar sus tropas de una á otra region, segun exigiese la guerra contra sus competidores Metelo Pio y Neyo Pompeyo que el Senado de Roma, obediente á Sila, habia enviado á combatirle. Sertorio se vino en tanto con su ejército por el campo de los Vocunnes ó sea de Ocon que entonces era el último término ó confin entre los verones y vascones de la derecha del Ebro, donde el primer dia de su salida de Calahorra puso su campamento. Al dia siguiente, no fiándose de los verones se puso Sertorio á la cabeza de la caballería para esplorar el camino desde Ocon hasta Vareia, mandando que le siguiese la infantería en órden de batalla, con intento de llegar el mismo día á aquella poblacion. A pesar de estas precauciones, Sertorio Ilegó de noche á Vareja sin coger desprevenidos á sus naturales, que sabedores de su intento habian llamado en su ayuda á las gentes de á pié y á caballo de los verones y antrigones para impedir á Sertorio la entrada en Vareia.
     Por desgracia aquí concluye el fragmento de Tito Livio que vamos insertando casi íntegro, y no podemos saber cómo acabó esta empresa; pero todos los críticos suponen que se apoderó de la ciudad por buenos modos y que colocó allí ó en Contrebia su cuartel general, pues durante el curso de la guerra se le ve acudir desde el país de los verones en auxilio de sus generales cuando se veian apretados por Pompeyo y Metelo Pio.
     Favorecidos estos por la fortuna y habiendo derrotado á Sertorio en las llanuras de Valencia, este se retiró á Calagurris y aguardó tras sus fortificaciones á que Pompeyo y Metelo le cercasen. Hizo durante el sitio algunas salidas en que pudo desmembrar las fuerzas de sus contrarios, y habiéndole avisado sus amigos de fuera de la ciudad que tenian dispuesto un buen ejército, rompió el cerco y se unió á ellos. Pompeyo y Metelo, recelosos, levantaron el asedio, pero no era en el campo de batalla donde debian hallar el triunfo. La traicion penetró en la tienda de Sertorio, y muerto este bajo el puñal de un asesino, desapareció con su vida la idea que habia concebido. Los cántabros, los ribereños del Ebro, entre ellos los de Calagurris, pasaron á las Galias en número de 50,000 á pelear en favor de los galos y guiados por oficiales de Sertorio; pero circundados por tropas superiores á las órdenes de Crase murieron casi todos.
    Calahorra misma, sitiada por los romanos victoriosos, se resistió tanto tiempo, que faltos de provisiones los defensores que en ella habian quedado, llegaron al horroroso estremo de matar á sus esposas é hijos y alimentarse con ellos. Al fin cayó en poder del enemigo, siendo arrasados sus muros y los defensores pasados á cuchillo.
    El incendio que Sertorio habia promovido quedó al parecer con esto apaciguado; pero cincuenta años mas tarde (26 antes de Cristo) estalló aquella gran guerra de Cantábria que hizo la desesperacion de Augusto. Este, despues de infructuosas tentativas é inútiles esfuerzos se retiró á Tarragona : encargado Antistio de la guerra, fingió huir, y habiendo bajado los insurrectos de los montes revolvió sobre ellos y los derrotó á orillas del Ebro, cerca de Velilla. Retirados al monte Vinnio fueron cercados, y solo el hambre pudo hacerles rendirse: la victoria fué tan celebrada que se batieron monedas de plata en conmemoracion.
    Sin embargo, los cántabros volvieron á rebelarse en dos distintas ocasiones: una brindando al general Lucio Emilio con trigo y matando á los que fueron por él, y otra en el año 19 antes de Cristo, en que se retiraron á los montes despues de matar á sus señores, y levantando gente, solo se entregaron ante las promesas de Agripa que habia venido con un ejército. Dicho ejército perdió allí su reputacion: la legion augusta procedió tan ignominiosamente que Agripa le prohibió usar el sobrenombre que llevaba. Agripa consiguió
la victoria despues de muchos esfuerzos, mató á casi todos los que habian llevado las armas, y obligó á los demás á vivir en la llanura.
    No nos atrevemos á asentar si en estas últimas revueltas tomaron parte los cántabros-verones, por haber diversos testimonios en contrario: lo cierto es que así terminó la rebelion de España, y que hasta las invasiones de los godos no hay hecho ninguno que dé á conocer la vitalidad de este pueblo. Strabon nos dice que despues de acabada la guerra de Augusto, los de Tuisia (Julia segun Marca), que estaba en el nacimiento del Ebro, y otra ciudad que estaba mas abajo hácia los verones, daban soldados al ejército romano en tiempo de Tiberio.
    Cornelio Tácito refiere que el emperador Othon concedió el título de ciudadanos romanos á los  lingones ó luxonios (ó sea luconios) en el año 69 despues de Jesucristo; por último, sabemos que Julio César reedificó á Calahorra, destruida como ya hemos dicho por Metelo y Pompeyo, despues de la muerte de Sertorio, y que su sobrino Augusto le dió el sobrenombre de Julia, en agradecimento á haber salido de ella los soldados que escogió para su guardia.
    Pocas son las memorias que han quedado en aquel país de la dominacion romana. Unicamente conocemos las dos inscripciones que siguen, encontradas en 1812, cerca de los vestigios de la antigua calzada romana, á dos leguas de Logroño.
    Son dos trozos de columna que se han colocado dentro de la iglesia de Agoncillo, y dicen de este modo:

Imp. Caes
Maur probo
Pío felici
augu po
N T M T
Rib P P P

    «Al emperador César Marco Aurelio, probo, pio, feliz, augusto, pontífice máximo, honrado con la potestad tribunicia.»

Imp. cae
s m aur
Carin
 O P F Inv
icto aug
P M Trib
P P P Cos P
Ro Cos

   «Al emperador César Marco Aurelio Carino pio, feliz, invicto, augusto, pontífice máximo, honrado con la potestad tribunicia, padre de la patria, cónsul, procónsul.»
    Otra columna hallada en 1819 en el mismo sitio, y colocada tambien en la iglesia, es indescifrable por faltarle muchas letras en casi todas las líneas.

  


     

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