VIII.
Logroño,
como dejamos apuntado en el capítul anterior, comenzó á ganar, desde
la época de su incorporacion á Castilla, la importancia que Nájera
perdia. Las libertades que se concedian á sus pobladores en el fuero
que acabamos de estractar, debieron desarrollar considerablemente
aquella poblacion, y comprendiendo su importancia todos los
sucesores de Alfonso VI le otorgaron muchas exenciones y
franquicias. Alfonso el Sábio la eximió de pechos y pedidos en 1258;
Fernando IV de alcabalas; D. Juan II le concedió en 1417 el
privilegio de estraer sal de Navarra y
venderla
libremente, y por último, en 1424 le otorgó merced este monarca de
no poder ser enagenada ni separada de la corona. De esta manera, lo
que en el año de 1037 no era mas que un simple castillo con
muy poca poblacion, se fué convirtiendo poco á poco en un centro
importante, constantemente codiciado por los reyes de Aragon y
Navarra, y con igual empeño defendido por los de Castilla.
Así, aun antes de que muriera. D. Alonso cuenta la crónica de
Cardeña que el Cid, refugiado en Zaragoza durante el período en que
estuvo en desgracia de aquel monarca, hizo una entrada en la Rioja,
á causa, segun unos, de su enemistad con el conde García Ordoñez, á
quien se habia encargado el mando de la poblacion, y segun otros,
obedeciendo á las sugestiones del rey de Aragon. El Cid tomó á
Alberite y Logroño y esperó en Alfaro á su enemigo, pero no habiendo
acudido este se volvió á Zaragoza el afamado caudillo castellano.
Muerto D. Alonso, la posesion de Logróño fué mas vivamente
disputada. D. Alonso de Aragon, llamado el Batallador, logró
apoderarse de ella, pero Alfonso VII de Castilla la recuperó en
1134.
Sancho VII de Navarra volvió á apoderarse de la ciudad; pero
derrotado en dos acciones consecutivas en los llanos de Valpierre
por el refugiado leonés don Ponce, conde de la Minerva, que mandaba
las tropas, volvió á Castilla.
Durante la minoridad de Alonso VIII de Castilla, volvió Sancho
VII sobre Logroño y se apoderó de ella en 1160.
En 1179 volvió á poder de Alonso VIII que se habia aliado con el
rey de Aragon.
En aquel año, despues de varios combates, se hizo por fin
la paz entre Castilla y Navarra, quedando definitivamente Logroño en
poder de aquella.
Desde esta fecha hasta el año de 1336, Logroño pudo
desarrollarse al calor de una paz interrumpida únicamente en 1300
por un episodio pasajero.
D. Juan Nuñez de Lara, que defendia la parcialidad de D. Alonso
de la Cerda, se entró por tierra de Calahorra procedente de Castilla
con un escuadron: salióle al encuentro D. Juan Alonso de Haro, señor
de los Cameros, y en un choque que tuvíeron quedó Lara vencido y
prisionero, y no se le puso en libertad hasta que restituyó todos
los castillos y pueblos del reino que se le habian entregado para
que los guardase, haciéndole jurar lealtad al rey D. Fernando.
La guerra que estalló en 1336 fué dura. El ejército de Castilla
quedó roto por los navarros, pero estos no lograron apoderarse de la
pobIacion, merced al arrojo y valentía de uno de sus hijos.
El capitan Rui Diaz Gaona, ciudadano de Logroño, impidió con
solo tres soldados el paso del puente al ejército vencedor
capitaneado por Gaston, conde de Fox, y Gaona murió en el puente
salvando la ciudad: su cadáver se sepultó en el Ebro, pero su nombre
se conserva en el pozo que lleva el de Rui Diaz.
Nuevos combates, aun mas rudos y frecuentes, hubieron de
librarse en aquellos campos para dirimir no solo la posesion de
Logroño sino la de la corona de Castil1a que se disputaban con tanto
encarnizamiento por los años de 1366 á 68 los dos pretendientes D.
Pedro el Cruel y su hermano Enrique de Trastamara uno y otro
solicitaron el ausilio del monarca de Pamplona, ofreciéndole la
posesion de aquel punto tan importante para él. La guerra ofreció
interesantes incidentes en aquel país.
Despues de la derrota de D. Enrique en 1360, en los llanos de
Valpierre, logró este reunir un ejército compuesto de estranjeros, y
se entró en Castilla presentándose delante de Calahorra. Luego que
llegó á las puertas de la ciudad, se las abrieron su obispo y Fernan
Sanchez de Tovar, que la tenia por el rey D. Pedro. Celebrado
Consejo para determinar cómo se procederia en la guerra, los
pareceres fueron muy diferentes: unos decian que convenia ir desde
luego á Búrgos como capital del reino de Castilla, otros eran de
opinion que D. Enrique tomase desde aquel momento el título de rey;
de este parecer fué Betran Claquin, y adoptado por todos,
desplegáronse al aire los pendones á las voces de Castilla por el
rey D. Enrique. El nuevo rey hizo allí muchas mercedes, dando á
unos ciudades, á otros castillos, á los menos oficios y gobiernos, y
salió para Búrgos donde estaba don Pedro.
Este le salió al encuentro y tuvo la batalla en 3 de abril de
1367. El encinar de Bañares fué el punto en que D. Enrique reunió el
Consejo para determinar la batalla, decidiéndose por la afirmativa.
D. Pedro, con sus aliados los ingleses, venia avanzando, y habiendo
pasado D. Enrique el Najerilla, se encontraron los ejércitos,
acometiéndose con tanta furia, que parecia no habia de quedar ni un
combatiente. Vencido D. Enrique con el famoso Beltran Claquin, se
acogió á Nájera, y de allí se fué á Aragon por el camino de Soria.
Naturalmente fueron Logroño y Calahorra á poder del rey de Navarra
segun lo pactado entre este y D. Pedro; pero triunfante al fin D.
Enrique, quiso recupararlas, y sometido el asunto á la decision del
Papa, quedó Logroño en poder de D.Juan Ramirez de Arellano, que la
gobernó á nombre de Su Santidad, hasta que este decidió, en fin, á
favor de Enrique.
El monarca de Castilla se entregó de Logroño en 1373, y el de
Navarra pareció quedar tan conforme, que aceptó el casamiento de su
hijo D. Cárlos con la infanta doña Leonor de Castilla; pero
disgustado por el cumplimiento del tratado, trató de sobornar en
1377 al adelantado D. Pedro Manrique, gobernador de Logroño. Este
avisó á su rey, y dejando entrará los navarros en número de 400,
fueron presos y despojados, escepto algunos, entre ellos el alférez
real Martin Enriquez que, defendiéndose con su espada de gran
muchedumbre, se arrojó al rio por salvar el estandarte.
En tiempo de Enrique IV volvieron los navarros á apoderarse de
ella; pero este rey, acompañado del maestro de Calatrava D. Pedro
Giron, la recuperó á poco, tomando al de Navarra los Arcos, La
Guardia y San Vicénte. Un incidente ocurrido en 1466, fué el último
capítulo de esta larga série de guerras y cambios de soberanía en
Logroño. El conde de Fox, aprovechándose de las alteraciones de
Castilla, quiso apoderarse del reino de Navarra como dote de su
mujer, y ocupó á Calahorra. D. Enrique IV envió á disuadirle á
D. Diego Enriquez del Castillo, pero no pudiendo conseguirlo á pesar
de sus buenas razones, reunió las gentes que pudo, y ausiliado por
los habitantes de Calahorra, que echaron fuera la guarnicion de Fox,
recuperó aquella plaza. Desde entonces cesaron por completo
las guerras intestinas. La union de las coronas de Castilla y Aragon
asentó la paz en España, poniendo fin á aquella época de
alteraciones, turbulencias y desastres en que se consumieron
inútilmente tantas fuerzas, cuyo empleo encaminado á un fin comun
hubiera dado por consecuencia la inmediata reconquista de España y
su elevacion á un alto grado de riqueza y poderío.
Antes de cerrar este período, nuestro deber de cronistas nos
obliga á apuntar algunos hechos relativos á las principales
poblaciones de la provincia, que el encadenamiento de los. sucesos
antes referidos nos ha impedido registrar. Tales son la
concesion del título de M. N. y L. ciudad á Logroño por D. Juan II
en 1416; el derecho que él mismo le otorgó de enviar representantes
á las Córtes, y la celebracion de estas en Nájera en tiempo de
Alfonso VII. En ellas se publicó el primer cuerpo legislativo y
fuero escrito que en cierta manera se puede llamar general despues
del Códice gótico, cuaderno importantísimo y sumamente
necesario para conocer las antiguas costumbres y la legislacion de
Castilla y sus merindades. En él se establecian las prerogativas mas
características de la soberanía; se declaraban los mútuos derechos
entre el realengo, abadengo, solariego y los de estos señores con
sus vasallos; se ponian límites á la estension que la nobleza daba á
sus privilegios y exenciones, y se daban otras muchas prescripciones
relativas á la constitucion política y militar de Castilla, y á las
lides, retos y desafíos de los fijosdalgos.
El paso de D. Pedro el Cruel por aquella provincia dejó allí
un triste recuerdo; tal fué la muerte que estando en Alfaro en 1360
mandó dar por fútiles pretestos á su repostero mayor Gutierrez
Fernandez de Toledo, caballero de escelentes costumbres y grande
estimacion. No menos triste y dramática memoria dejó en aquella
poblacion la muerte de D. Lope de Haro, señor de Vizcaya,
consumada á presencia del rey D. Sancho IV de Castilla en 1288:
obligado aquel á hacer entrega de todos los castillos que Sancho le
habia conferido, trató de hacer armas contra el rey, quedando muerto
de un mazazo que le dió en la cabeza un caballero de la comitiva
real.
El detenernos á señalar las donaciones con que los
reyes enriquecieron los numerosos monasterios de la provincia, nos
llevaria muy lejos y nos apartaria considerablemente del objeto que
nos hemos propuesto en esta crónica: bástenos decir que la vida de
aquellos monasterios fué tan vigorosa, tan fecunda y de tanto
provecho para el progreso de las letras, como el que mas de España.
Ya no restan mas que recuerdos históricos llenos de poesía, de
elevacion y de grandeza.
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