|
La
nieve amortigua el amanecer en Ledesma, humean las chimeneas y los
animales en los cobertizos patean requiriendo su ración de heno.
El pueblo despierta
blanco. Es el último regalo de la primavera florida, el paisaje
repetido durante siglos que se recrea en los albores del tercer
milenio. Y en lo alto
del pueblo, como antaño en lo más profundo de sus bosques de hayas y
encinas, arde pacientemente la carbonera.
El carbonero en su choza
vigilante, aviva el fuego y corta sin prisa finas lonchas de tocino,
su desayuno. Desde su atalaya, mientras la nieve se desprende de la
encina y canta el herrerillo, piensa en sus hijos con la mirada
perdida en las cumbres blancas. Después de tantos dias al raso añora
el calor del hogar y la cama tibia. Es el pan de la familia y
aguanta gozoso revisando, con la azada al hombro, el tiro de las
boqueras de su carbonera.
|